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Condujeron a Tom al principal aposento de palacio, donde le hicieron sentar, cosa que le repugnaba hacer, pues se veía rodeado de caballeros ancianos y de hombres de elevada condición. Rogoles el niño que se sentasen ellos también, pero permanecieron depie dando las gracias a media voz o con reverencias. Tom habría insistido, pero su «tío» el cande de Hertford, susurró a su oído: -No insistas más, señor, te lo ruego. No quiere la etiqueta que se sienten en tu presencia. Anunciaron a lord St. John, quien, después de hacer pleitesía a Tom, dijo: -Me manda el rey en misión secreta. ¿Quiere Su Alteza Real dignarse despedir a los presentes, excepto a milord el conde de Hertford ? Al darse cuenta de que Tom no parecía saber la manera de salir del paso, Hertford le dijo, en voz baja, que hiciera una seña con la mano no se molestara en hablar cuando no le viniera en fanas. Cuanio los caballeros de servicio hubieron salido, dijo lord St. John: -Es voluntad expresa de Su Majestad que, por graves y poderosas razones de Estado, Su Gracia el príncipe oculte su enfermedad por todos los medios que estén a su alcance hasta que mejore, y Su Gracia vuelva a su centro; quiere decirse, que no deberá negar a nadie que es el verdadero príncipe y heredero de la grandeza de Inglaterra, que deberá conservar toda su dignidad y recibir, sin protestar en lo más mínimo, la reverencia pleitesía que se le deben por acertada y añeja costumbre; que no deberá mencionar a nadie ese nacimiento y esa vida de baja condición que su enfermedad ha creado con las enfermizas imaginaciones de una fantasía harto trabajada; que habrá de procurar, esforzándose en ello, de traer de nuevo a su memoria los semblantes conocidos, y que cuando no lo consiga permanecerá en silencio, sin revelar con gestos de sorpresa ni asombro que los ha olvidado; que en las ceremonias de Estado, cuando se halle cohibido en cuanto a lo que debe de hacer y las palabras que debe de decir, no mostrará ninguna inquietud a los espectadores curiosos, sino que pedirá consejo en tal caso a lord Hertford o a este humilde servidor, que tenemos orden del rey para este servicio y que habremos de estar a su lado hasta que la orden se anule. Así lo dice Su Majestad el rey, que envía sus saludos a Su Alteza Real y ruega que Dios le haga la merced de curar a Vuestra Alteza cuanto antes y de conservarle ahora y siempre en su guarda. Lord St. John hizo una reverencia y se apartó a un lado. Tom le contestó muy resignado -Si esa es la voluntad del rey, mi deber es obedecerle en todo. Nadie puede acomodar sus órdenes a su propia conveniencia. El rey será fielmente obedecido. Lord Hertford, continuó: -En lo referente a la orden de Su Majestad, sobre los libros y estudios, ,suplico a Vuestra Alteza nos indique si le gustaría distraerse en agradables juegos, para que cuando llegue la hora del festín, no se encuentre muy fatigado y puede alternar con soltura: Tom se manifestó sorprendido y se.avergonzó al ver que los ojos de lord St. John se clavaban pesarosos en él. Su Excelencia, dijo: -Veo que tu memoria no vacila y has demostrado sorpresa; pero no te apures, porque esta es cosa que no persistirá, sino que desaparecerá conforme tu dolencia mejore. Milord de Hertford te habla de la fiesta de la ciudad, a la cual Su Majestad el rey prometió hace dos meses que asistiría Tu Alteza. ¿Lo recuerdas? -Lamento confesar que lo olvidé -contestó el niño, titubeando y sonrojándose de nuevo.
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